lunes, 8 de febrero de 2010

El Gallo Pepe Luis (Artículo de Jesús Trelis)


EL GALLO PEPE LUIS

En la granja de Pepe Luis todo el mundo cacarea, maúlla, berrea. Todos, contra el gallo que quiso mandar y que logró ser el mandamás del corral cuando aquello era una gran fiesta donde llovían margaritas y pintaban oros.
Pero un día, llegaron las nubes, los truenos, la tempestad. La granja se llenó de charcos y el imperio del gallo leonés y su corte pensante se fue cubriendo de fango.
El rebaño, la piara y toda la vaquería murmuraban con espanto. Un grupo de gallinas cacareaba sin cesar porque les querían obligar a poner su huevo diario durante al menos dos años más de su vida. Mientras, decenas de ovejas caían en una profunda depresión porque nadie quería ya ni sus lanas, ni su leche. Estaban condenadas al paro. La granja se caía a pedazos y el grano empezaba a escasear.
Todo ello - cuchichean las vacas chismosas - porque los que mandan no se tomaron en serio la amenaza de tormenta. «¡Esto no es lo que parece! ¡Todo pasará!», decía el gallo.
La que fue durante años la oca reina del lugar, esa de cuerpo escuálido, pelo pincho y mirada de mal genio, ya no dice nada. Nada, al menos, que pueda apaciguar al rebaño.
La oveja merina, que quitó la libreta de las cuentas al viejo búho de las finanzas, a medida que pasan los días se va hundiendo más y más en la porqueriza. Mete una pata, otra y otra. Y le caen palos y más palos de dentro y fuera del corral.
Al pato socarrón, que tenía que organizar lo del trabajo, le han hecho foie y sólo falta que le coloquen una naranja por detrás y lo horneen. Al viejo topo que debe negociar con las granjas del exterior, nadie le hace caso. Y el lobo con piel de cordero, que guarda el orden, está retirado a la espera de tiempos mejores.
El resto del gobierno, las palomas palomitas con las que tanto confió Pepe Luis, parecen figurillas que ni se mueven, ni pían, ni vuelan. Sólo el profesor Gabilondón, astuto zorro, da pasos coherentes. Él y el conejo Blanco. El único que enseña músculo en medio de una granja alborotada.
Y mientras Pepe Luis reza por su resurrección, a las puertas de la granja esperan las gaviotas.
Besos de una cabra loca

Publicado el 6 de febreo en Las Provincias

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