El haya común (Fagus sylvatica) es un árbol caducifolio de la familia de las fagáceas de porte robusto y gran talla, que alcanza los 35 ó 40 m, con un tronco recto que lo hace muy valioso, y una copa ovalada en su tercio superior. Si el árbol crece aislado (no en espesura) cambia radicalmente, se abre muy pronto, siendo algo irregular, ramificándose desde abajo y variando mucho la copa.
Conserva la corteza prácticamente lisa durante toda su vida, de un gris ceniciento o blanquecino. Los ramillos tienen un crecimiento singular en zig-zag. Las hojas son simples, alternas en los tallos jóvenes, en los adultos salen en fascículos sobre pequeños braquiblastos, y caedizas. Son de peciolo corto, y el limbo es de forma ovalada, con el borde ondulado, en principio algo festoneado y prolongándose en un vello sedoso muy característico. Tienen los nervios laterales bien marcados y paralelos (penninervia), son de un color verde muy vivo por el haz volviéndose más oscuras en la madurez, y se disponen siempre en posición muy horizontal, captando la mayor cantidad de luz posible. Ello hace que sus bosques tengan un aspecto un tanto sombrío, casi propio de cuento de hadas, no permitiendo crecer en el suelo a apenas ninguna otra planta. Frecuentemente, sin embargo, crece en bosques mixtos con el abeto y otras especies del bosque caducifolio. A los bosques de hayas se les llama hayedos o hayales.